20 ago 2009

Una solución llamada Barghouti

Ya hace más de siete años. Marwan Barghouti fue hecho prisionero en pleno corazón de la tierra palestina, en Ramala, por un comando del ejército de ocupación israelí. En violación flagrante del derecho internacional, puesto que uno de los más altos representantes del pueblo palestino fue arrestado en territorio ocupado y enviado a una prisión de la potencia ocupante. Algo que prohíben, de forma totalmente precisa, los Convenios de Ginebra cuyo sexagésimo aniversario se celebraba ayer. Un juicio sesgado, actos de resistencia sistemáticos que la parte civil (sic) israelí ha asimilado al terrorismo, condena a cinco penas de cadena perpetua, sucesivas estancias en aislamiento y períodos de detención en condiciones inhumanas se han sucedido durante estos siete años de encarcelamiento ilegal. Y sin embargo nada ha conseguido quebrar físicamente, y sobre todo moralmente, a Marwan Barghouti, que goza de un extraordinario prestigio en tierra palestina. Hasta el punto de que continúa siendo, con mucho, el dirigente más popular. Su reciente elección a la dirección de Fatah y ahora el debate que vuelve a irrumpir en el gabinete israelí sobre la pertinencia o no de su eventual liberación, son señales de un carisma sorprendentemente intacto que siempre hace de él un interlocutor decisivo a despecho de su encerramiento. Se trata de un personaje « clave », como lo fueron antes otros grandes resistentes en los momentos decisivos de la historia de sus pueblos oprimidos. ¿Cómo no pensar en Nelson Mandela en estos tiempos en los que las autoridades israelíes dominadas por los ultras construyen muros con la esperanza de consolidar definitivamente un sistema de apartheid ? El « documento de los presos », elaborado desde el fondo de su celda en junio de 2006 con otros presos políticos palestinos, como los dirigentes de Hamás o de la Yihad Islámica, constituye una de las iniciativas políticas más notables del líder palestino. Mientras Hamás y Fatah se enfrentaban abiertamente sobre el terreno con la bendición de las autoridades ocupantes israelíes, ese texto buscaba consolidar la unidad nacional por encima de los clanes, del aspecto religioso o de las ventajas particulares propiciadas por la corrupción que por desgracia socava una parte de la administración palestina. He ahí por qué Marwan Barghouti encarna con tanta fuerza la unidad de su pueblo y su legitimidad de resistir a la ocupación. Las señales emitidas estos días ilustran a su manera cómo la liberación de Barghouti puede ser decisiva para quienes intentan llegar a un verdadero principio de solución en Oriente Próximo. Con los requisitos del fin de la colonización y la retirada de Israel de los territorios que ocupa desde 1967. Para permitir la llegada de un Estado palestino viable « junto al de Israel », como señala el inspirador de la segunda Intifada, que no oculta su apertura a la sociedad israelí –habla perfectamente el hebreo- y su disponibilidad para una negociación basada en esos principios. Sin embargo no hay que hacerse ilusiones. Los extremistas saben que no pueden esperar nada bueno de la liberación del líder de la resistencia palestina. Ellos le prefieren en el fondo de una prisión, incluso muerto. « ¿Sólo preso ? Lástima », lamentó Ariel Sharon en abril de 2002 al enterarse de su detención. El combate de los palestinos, como la ampliación del movimiento de solidaridad son, por lo tanto, está claro, más imprescindibles que nunca con el fin de que la liberación de Marwan se convierta en inevitable. Para se haga justicia. Pero también para desbloquear definitivamente la situación en Oriente Próximo. Bruno Odent Tomado de L´Humanité

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