26 dic 2010

Pasar la antorcha. Personificaciones de la realeza y soberanía popular


George III

En octubre de 1795, mientras se dirigía al Parlamento en un carruaje real acristalado,el rey Jorge III se convirtió en blanco de una multitud que protestaba contra la guerra y pedía pan. Como Carlos, Príncipe de Gales y heredero del trono del Reino Unido, y su consorte, Camila, Duquesa de Cornualles, camino del teatro en su Rolls-Royce acristalado, la realeza encarna la soberanía que llevó a la pobreza y la penuria. El pobre Kyd Wake, encuadernador, abucheó e hizo muecas al rey gritando "Sin Jorge no habría guerra", mientras la carroza se veía sometida a una descarga de chinas y palos de una muchedumbre hambrienta y protestona. Wake fue condenado a cinco años de trabajos forzados y expiró pocos meses más tarde a causa de los rigores de la penitenciaria de Gloucester. Hoy en Inglaterra, mientras se triplican las tasas universitarias y en Norteamérica se eleva un bramido contra Julian Assange, de Wikileaks, el precio del conocimiento va quedando fuera del alcance de todos, salvo de los aristócratas de la opulencia o de quienes son guardianes de los secretos, y menos gente que nunca se acordará de Kyd Wake, porque negar el movimiento popular significa negar la historia del pueblo, algo de lo que son bien conscientes nuestros gobernantes.
Hay otras concepciones de la soberanía aparte de la que personifica la realeza, y este era el tema, presente ya en el título de A People's History of the United States, de Howard Zinn. Es la razón por la que recordamos a Kyd Wake, que formaba parte de un movimiento internacional de liberación humana de la guerra, la esclavitud y el hambreamiento y es la razón por la cual el lema de "el poder para el pueblo" es perdurable. Mientras Kyd Wake se congelaba entre rejas en su celda de granito, carteles y pancartas se alzaron y pegaron una sobre los muros, o en las famosas farolas de la ciudad y de día los sans-culottes de París pudieron hacer una pausa en su inquieto deambular por las calles para leer y debatir quince propuestas. Entre ellas sobresalía la de educación y conocimiento.
"No podrá nadie, mediante la acumulación de todos los recursos, privar a otro de la educación necesaria para su felicidad: la educación ha de ser común".
Gracchus Babeuf escribió el Manifiesto de los Plebeyos un año después, en el que expone las ideas de dichas propuestas. "Puesto que el conocimiento es propiedad de todos, debe compartirse de modo igual entre todos", explicaba. Las universidades, las escuelas y el conocimiento son parte de nuestros bienes comunes. Y afirmar lo contrario, de acuerdo con esta línea de razonamiento, significa comprometerse en conspirar, privatizar y, como decimos ahora, rebajar deliberadamente el nivel de la gente. Dice también Babeuf que "la superioridad de talentos e industria es sólo una ilusión y una engañosa artimaña, que ha ayudado siempre demasiado en las tramas de los conspiradores contra la igualdad".
Los carteles incluían propuestas afines. Comenzaba afirmando: "La naturaleza ha otorgado a todos los hombres igual derecho a disfrutar de todos los bienes". Otra propuesta explicaba que "el objeto de la sociedad consiste en defender esta igualdad, con frecuencia atacada por los fuertes y perversos en estado de naturaleza, y aumentar el disfrute común por medio de la cooperación de todos". "En una verdadera sociedad no ha de haber ricos ni pobres". "El trabajo y el disfrute han de compartirse". "Nadie puede, sin cometer un crimen, apropiarse para su exclusiva posesión de los frutos de la tierra o de la industria". "Los ricos que se niegan a renunciar a su superfluidad en favor de los pobres son enemigos del pueblo".
¿Enemigos del pueblo? Si, así era la guerra de clases à la 1796. "Todo lo que poseen quienes tienen más de lo que les corresponde individualmente de los bienes de la sociedad es robo y usurpación. Es por tanto justo volver a recobrarlo de ellos".
El cartel es informativo, sirve de anuncio. Mira tanto hacia el pasado como hacia el futuro; es discutidor y así convierte la información en conocimiento y el conocimiento en acción. Lo principal es que es público. Lo público donde se ve mejor es como calle, ubicación del movimiento, el tráfico, la gente y las mercancías.
Acaban de publicarse dos libros que son continuación directa de estos temas, de cómo el cartel puede convertir los muros, calles y aceras en un provocativo espacio de debate y discusión gracias al cual puede encontrar forma y expresión la soberanía popular. Uno de los libros, en edición de Josh MacPhee y con una estupenda introducción de Rebecca Solnit, Celebrate People's History: The Poster Book of Resistance and Revolution (Nueva York, Feminist Press, 2010). El otro libro, con edición de Dara Greenwald y Josh MacPhee en colaboración con Exit Art, se llama Signs of Change: Social Movement Cultures 1960s to Now (Oakland, California, AK Press, 2010).
Signs of Change es explosivo en su impacto educativo gracias al diseño pleno, entusiasta, colorido, apasionado. Proceden de la exposición en donde se muestran centenares de carteles (el libro es catálogo de la muestra). Cualquier profesor, abuelo, padre, amigo, camarada lo querrá para regalar. Es una obra enorme y hermosa, que ilustra las luchas por la libertad y da razón de las mismas. Siete colores señalan el borde de las páginas de las siete secciones: la Lucha por la Tierra figura en rojo, ¡Agitación! ¡Educación! ¡Organización! en azul, Adelante a por el Poder del Pueblo en malva, en oro, Libertad e Independencia Ya, y así sucesivamente a lo largo de las demás secciones principales: Que pase todo, Reivindicar lo común y Globalización desde Abajo.
Cada una de estas secciones contiene una serie de ejemplos del tema reproduciendo los carteles que formaban parte de su lucha. Así pues, Globalización desde abajo contiene desplegables sobre los zapatistas, Argentina y el movimiento Sin Fronteras. Se abre la página de los zapatistas, pongamos por caso, y te dan la bienvenida quince imágenes de carteles, murales y arte sobre pavimento, cada uno de las cuales se describe y traduce detalladamente. O bien, en los bordes en morado obscuro de las páginas de Reivindicar lo común, se encontrarán los siguientes temas: la lucha contra la "gentrification" (¡aquí con una cabeza de hidra!), el People's Park de Berkeley, el aeropuerto de Narita en Japón, los "kabouters" o gnomos holandeses, los campos de Mujeres, los Defensores de los Bosques, los cicloactivistas, los movimientos antinucleares, o los ambientalistas de Larzac, en el centro sur de Francia, de donde procede el queso Roquefort, cada uno de ellos canta en fortissimo sus señales de cambio. Cada una de estas secciones comienza con una introducción breve, inteligente y clara que proporciona el contexto mientras los carteles mismos nos proporcionan el conocimiento. El efecto conjunto constituye la épica de nuestros tiempos radicales.
¡Son cuatrocientas imágenes! Son legibles. Algunas son familiares y algunas raras. Son internacionales: de África, Asia, Sudamérica, Europa y Norteamérica. Se puede ver aquí la historia de nuestro tiempo. Los encargados de su conservación, edición y publicación han hecho una labor fantástica. Los mayores se acordarán de cuándo, los jóvenes se verán movidos a tomar su propia iniciativa. No hay siquiera pizca de nostalgia en estas emocionantes páginas. Son todas movimiento impulsado hacia adelante. ¡Avante toda!
Aunque no haya un cartel que festeje a Kyd Wake en Celebrate People's History: The Poster Book of Resistance and Revolution, podríamos conmemorarlo indirectamente adoptando el enfoque del encuadernador. Celebrate People's History mide unos 17 x 25 centímeros, lo que se aproxima a la proporción del encendedor Zippo, el "jeep" de la II Guerra Mundial o el paquete de cigarrillos Lucky Strike. Tal vez esté en consonancia con la divina proporción o la regla de oro cuyo descubrimiento se atribuye con frecuencia a Pitágoras. Lo que es más pertinente, resulta fácil de fotocopiar, y el profesor de historia popular abrumado de trabajo encontrará en los ciento diez carteles ciento diez esquemas para clase.
Eso por lo que toca al tamaño. Su apariencia es la del pan integral ligero y el papel tiene el roce no del satinado sino del cartel listo para la pegada en las paredes. El tacto es estupendo. Las páginas dan una sensación orgánica. Es integral e ingerirlo aporta una sistemática sensación de bienestar general. La encuadernación también es de un tipo en que al cerrarse las páginas se comprimen y curvan de un modo que pueden hojearse o abrirse en abanico muy a la manera del jugador con el mazo de cartas, dejando que las hojas caigan con la rapidez que dicte el pulgar. No hay, sin embargo, tanta tensión en las páginas como para que el lomo de las hojas no impida que las hojas caigan de golpe. Dos personas podrían compartirlo fácilmente en un sofá o sobre una mesa. Tiene el tamaño, el aspecto y la sensación de las galletas Graham, integrales, sin adulterantes, cordiales. Los colores son sutiles y suaves. Son un regalo para estudiantes escolares y de instituto, y para estudiantes de cualquier grado superior. Estos libros son en si mismos sociales.
Hay una estrecha relación, lógica y política entre el público y la doctrina de la soberanía popular. Este pensamiento es el que pone de relieve Rebecca Solnit en su briosa introducción. Es la razón por la que Thomas Spence se convirtió en la época de Kyd Wake en artista del pavimento, escribiendo con tiza las demandas de la época en las aceras mismas. La ciudad, el peatón y la pared en blanco componen 'el público'. La lucha en favor del cartel debe superar la vigilancia policial, tiene que atraer al trabajador apresurado y hostigado ajeno a lo que le rodea, y superar después de algún modo al automovilismo que resulta de forma efectiva una continuación de la sala de estar y la cocina, salvo por el hecho de ir sobre ruedas llevándonos de forma individualista de casa al trabajo o al centro comercial, y que exige que los ojos no se despeguen de la carretera, del apagado asfalto, de las infinitas divisiones de las calles. El cartel presupone un ojo dispuesto a vagar, unos pies dispuestos a detenerse, una mente hambrienta de conocimiento.
Josh MacPhee comenzó en 1998 en Chicago a armar los carteles de Celebrate People's History y se dio cuenta al reunirse una multitud de que había conseguido que el diálogo volviese a las calles. El primero fue Malcolm X, "Armado con el conocimiento de nuestro pasado, trazaremos el rumbo de nuestro futuro". Él y casi un centenar de artistas más han realizado estos carteles que empezaron como proyectos de hágalo-usted-mismo. Hay noventa y tres artistas distintos en este volumen, que han confeccionado carteles siguiendo una variada serie de tradiciones: anarquista, comunista, liberal, autonomista, liberacionista, nacionalista de izquierda, pero todas ellas sin duda en la tradición de esos carteles que llenaban las calles de París en 1796.
Conservan la sensación táctil y artesanal. Aunque hay muchos carteles de figuras individuales (Malcolm, John Brown, Aunt Molly Jackson, Elizabeth Gurley Flynn, Fred Hampton) su énfasis se ha centrado en "momentos de triunfo" en la lucha por la justicia social más que en la promoción del culto al héroe. Así, Haymarket, el primero de Mayo, la batalla de Homestead, la batalla de Blair Mountain, la huelga de Lawrence de 1912, la sentada de Flint, la batalla de Tompkins Square Park en 1988 son tema de hermosos y claros carteles.
Es un libro elegante, clásico en su simplicidad, más que romántico en su extravagancia.
El título nos invita a compararlo con A People's History of the United States (1980) de Howard Zinn, con el que comparte un espíritu optimista, su escepticismo frente a las ideas convencionales, una obstinada búsqueda de hombres y mujeres olvidados, y una denuncia a la vez clásica y novedosa de esa clase de gente, los poseedores, que controlan el dinero, la tierra, las armas, las imágenes, el conocimiento y el capital de los EE. UU. También hay diferencias. La historia popular que muestran estos carteles es más internacional, y la composición del "pueblo" difiere asimismo en cierto modo. Pero estos dos libros son compañeros muy a mano el uno del otro, Howard Zinn y Josh MacPhee. Lloramos la muerte del historiador, y damos la bienvenida a la obra de estos artistas. La antorcha ha pasado de manos.
En realidad, el libro empieza con un cartel de los Diggers de Inglaterra y el despojamiento de tierras. Avanza un siglo e introduce un nuevo tema con la esclavitud (las guerras de los cimarrones jamaicanos, la rebelión de), luego otro siglo con John Brown. Está la revolución haitiana. Frederick Douglass ("La educación hace a un hombre incapaz de ser esclavo"), y Sequoyah y el sistema de escritura cherokee de 1821 introduce el tema del progreso y la educación. (Salto adelante a las mujeres de la Guerra Civil española, "esclavas de la ignorancia, esclavas como productoras, esclavas como mujeres"). Se entiende por qué muchos profesores piden estos carteles para las paredes de clase. Pues se conmemora al Dill Pickle Club de Chicago y lo mismo a la Highlander Folk School de Tennessee, retratando la paciencia y atención vigilante de estudiantes de todas las épocas ayudándose unos a otros con el café antes del comienzo del 'taller de desegregación'.
Las luchas indígenas aparecen bien retratadas. La conquista de América del Norte es un proyecto interminable gracias a la resistencia que se inicia con los pueblos indígenas, de manera que tenemos aquí un cartel que conmemora la batalla de Little Bighorn (1876), Gabriel Dumont y la resistencia de los Métis a la expropiación de tierras de los Grandes Lagos superiores y las praderas occidentales del Canadá, y hete aquí un cartel de la ocupación por parte de una alianza de nativos norteamericanos de la isla de Alcatraz, en la bahía de San Francisco, entre 1969 y 1971.
Las luchas hispanas también están bien descritas. El segundo cartel, la "revuelta Pueblo" de Dylan Miner " marca la decisiva separación en el libro de las historias anglocéntricas del América del Norte. En 1680, Popyn ("calabacín maduro") desafió la presencia colonial española en el valle del Río Grande y comunicándose por medio de pieles de ciervo anudadas condujo a los guerreros indígenas a una ofensiva de diez días que forzó al conjunto de los colonos a reubicarse en otra zona. Conmemoran de Primo Tapia de la Cruz a la Nueva Canción of Argentina, de las Brown Berets de Los Angeles, los Young Lords, Augusto César Sandino de Nicaragua a Chico Mendes de la Amazonia, la Lucha por el Agua de Cochabamba, la desobediencia civil de Vieques Libre en Puerto Rico, la lucha de Tierra y Libertad del EZLN, la lucha de 2006 de las floristas contra Wal-Mart y el aeropuerto de Atenco, en México, ("el pueblo se levanta") la resistencia de las mujeres a la represión policial durante la comuna de Oaxaca en 2006, y por último la resistencia de 2008 encabezada por los jóvenes contra las incursiones del ICE y las deportaciones en los EE.UU. Me han interesado especialmente las Gorras Blancas de Nuevo México, que rompían cercas y luchaban por conservar las aguas y pastos comunales en contra de la privatización en la década de 1890. La Guerra Civil española inspira dos carteles, uno de las Mujeres Libres de la CNT, el sindicato anarquista, y un segundo de la Columna Durruti, en la que los soldados elegían a sus propios oficiales.
También aparecen bien representadas las luchas de Asia, en la lucha contra el desahucio del International Hotel de San Francisco en el que vivía gente mayor de las Filipinas y China, en la Aung SanSuu Kyi de Birmania, en el teatro popular, o bien en Jana Sanskriti, de la India, y en la lucha de los indígenas (adivasi) contra la presa de Narmada y el Banco Mundial, y en la Liga Campesina coreana, uno de cuyos dirigentes, sacrificó su vida en lo alto de una barricada durante la reunión de la OMC en Cancún en el año 2003. ¿Y quién sabía que los Wobblies sacaron su preámbulo de la New Zealand Federation of Labor?: "La clase obrera y la clase patronal nada tienen en común. No habrá paz mientras sigamos encontrando hambre y necesidad entre millones de trabajadores y los pocos que componen la clase patronal disfruten de todas las cosas buenas que ofrece la vida". En abril de 1921, las mujeres antiimperialistas japonesas formaron la Seki Ran Kai o Sociedad de Olas Rojas que trabajaba entre soldados y antimilitaristas.
Se conmemora a Harriet Tubman por dirigir en 1863 la acción guerrillera del río Combahee, en Carolina del Sur, la primera y única acción militar concebida y encabezada por una mujer en la historia norteamericana, que consiguió la liberación de más de setecientos cincuenta esclavos. El profesor concienciado puede guiar a sus alumnos hasta el Combahee River Collective (1974) y su notable Statement (1978) que recuerda "los sentimientos de locura antes de hacerse conscientes" sugiriendo que el conocimiento es la terapia contra la endémica y debilitadora dolencia del DHP (desorden de historia popular) acompañada de delirios oportunistas de Bossifilia y sus letales efectos secundarios de "clio-amnesia". La Combahee River Statement lleva un paso más allá la declaración de Malcolm X al vincular salud mental y consciencia histórica. Esta misma declaración recurría a la ingeniería como metáfora de integraciójn social: allí donde los marxistas se referían a base y superestructura (la sociedad como una construcción), las feministas negras se referían al "interlocking" [entrelazamiento, enlace de seguridad automático] (la sociedad como un banco privatizado, dotado de seguridad) de la opresión racial, sexual, heterosexual y de clase. En su declaración sonaban ecos incluso de los Levellers y Diggers, "Rechazamos los pedestales, la realeza de reinas y el caminar diez pasos por detrás. Basta con ser reconocidas como humanas, niveladamente humanas".
Importantes acontecimientos de la historia (history/herstorys) de gays y lesbianas se conmemoran en carteles sobre Henry Hay, que redactó el primer manifiesto gay en 1948, Sylvia Ray Rivera de quien se dice fue la primera en lanzar una botella e en Stonewall en 1969, los Lesbian Herstory Archives de 1974 con un lema para todo el volumen: "Tenemos tu pasado, ¿quién tiene tu futuro?", y sobre la Aids Coalition to Unleash Power (ACT UP), de Filadelfia, un cartel que lucha por la justicia y por encontrar una cura.
Entre algunas nociones inusual se ha incluido un cartel dedicado a "La Mayoría Silenciosa", entendiendo por ello a quienes no se chivan, a quienes se mantienen firmes contra la tortura, a quienes resisten al gran jurado, a quienes mantienen la boca cerrada frente a la vigilancia federal. Otro cartel celebra a los marginados sociales que son en realidad recicladores informales contra la privatización del a gestión de residuos.
El antibelicismo está representado por un cartel sobre la tentativa de marzo de 2003 de bloquear y parar San Francisco, y por otro cartel de los Shannon Airport Plowshares, el único cartel de una lucha irlandesa, una acción directa contra las armas de destrucción masiva en 2003. Estos activistas católicos por la paz fueron absueltos por un jurado de Dublín.
La cuestión de la reforma penal o la abolición de las prisiones queda bien representada por carteles que conmemoran el día canadiense de justicia en las prisiones (10 de agosto), la fuga de 1979 de la cárcel de Assata Shakur, las actividades del grupo autónomo europeo Os Cangaceiros en 1985, y el asalto de la prisión de Weiterstadt, en la Alemania Federal, por parte de la Fracción del Ejército Rojo. Me alegra que esté la NPRA, o National Prisoners Reform Association, representada por un cartel que acentúa naturaleza multiétnica, colectiva, decidida y meditada de la toma ("todo salvo armas de fuego y llaves", como solían decir) de la prisión de máxima seguridad de Walpole, en el estado de Massachusetts. Los presos se autogobernaron, el medio era la educación y el fin la rehabilitación.

Figuran aquí huelgas interesantes, como la de los pescadores de siluro del Delta del Mississippi en 1991, de los recolectores de cacahuete de Missouri en 1933, de los animadores de Disney en 1941, de los trabajadores de corsetería de Kalamazoo en 1912, y se conmemoran sindicatos magníficos como la Brotherhood of Sleeping Car Porters (and Maids) o el Local 8 (de nuevo Filadelfia) de los Industrial Workers of the World. Hay un cartel estupendo de DRUM, el Dodge Revolutionary Union Movement, de 1968, que llevó la lucha por la libertad a los peligrosos y grasientos talleres sindicales de las plantas de automoción. Todo el mundo tendrá su preferido y todo el mundo tendrá su lista de ausentes. A mi me gustaría conmemorar a Frank Little, Mary Inman, Helen y Scott Nearing, Thomas Devyr, y a Thomas Spence. Entre mis favoritos se cuentan el "Underground Railroad" de Sam Kerson, una obra maestra de doble sentido, con ramas de pino que se acercan a un espeso bosque, sugiriendo la línea férrea, mientras se ve en la nieve a un fugitivo descalzo oteando entre los copos la estrella del norte que le llevará hasta la libertad. Otro de mis favoritos es el cartel de "Jane", de Meredith Stern, para el servicio de abortos clandestinos que operó en Chicago entre 1969 y 1973, por lo bien que expresa la soledad y dignidad de un servicio que transformó una experiencia sórdida en algo que, en palabras de Laura Kaplan, "era vital y poderosamente afirmativo". También me encanta el cartel de Janet Attard dedicado al Mayor Taylor, el ciclista más rápido del mundo, que logró vencer en 1890 la exclusión deportiva de los negros. El diseño rosa y azul marino expresa ambición, determinación y poder en esa lucha empinada cuesta arriba.
Por lo que respecta al Príncipe Carlos, sí, apoya la agricultura orgánica. Pero recordemos que a Jorge III también le gustaba entretenerse en el corral y el granero.

Peter Linebaugh:Enseña historia en la Universidad de Toledo (Ohio) y es autor de The London Hanged y (junto a Marcus Rediker) de The Many-Headed Hydra: the Hidden History of the Revolutionary Atlantic. Su ensayo sobre el Primero de Mayo aparece en Serpents in the Garden. Su último libro es el Magna Carta Manifesto.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

Tomado:sinpermiso.info

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