24 dic 2010

Uruguay: El Candombe es participación


Candombe  Pedro Figari  Uruguay
Solamente nombrando al tambor en nuestro país, estaría implícita la referencia al candombe patrimonio cultural uruguayo y desde setiembre del 2009 , Patrimonio Inmaterial de la Humanidad reconocido por las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura – UNESCO.

Proceso que se remonta a la época colonial, cuando era tenido como un mero baile de negros esclavos ruidoso y obsceno, definición que toman incluso algunos diccionarios antiguos y no tanto, viéndolo como divertimento de pésima categoría por su procedencia racial.

Esto fue cambiando merced al combate sin tregua a los prejuicios, siempre en crecimiento su aceptación por el conjunto de la sociedad hasta llegar a nuestros días cuando el Gobierno progresista en el 2006 promovió la ley 18059 consagrando los 3 de diciembre como Día del Candombe la Cultura Afrouruguaya y la Equidad Racial que en su artículo 5to y final dice: “Declárese patrimonio cultural de la República Oriental del Uruguay al candombe, caracterizado por el toque de los tambores denominados chico, repique y piano, su danza y canto, creado por los afrouruguayos a partir del legado ancestral africano, sus orígenes rituales y su contexto social como comunidad. ”

La fecha recuerda la arbitraria destrucción en tiempos de dictadura del conventillo Medio Mundo, cuna y “templo” del candombe espiritual, así como el de Ansina poco después, porque “empobrecían” y quitaban belleza y atractivo turístico a la ciudad. Torpe y arbitraria decisión; hoy sería muy importante tener esos bastiones de memoria e identidad tan cerca de nuestro puerto y rambla costera.

Tradición oralmente conservada, sin dudas el candombe se ha apoderado y empoderado dentro del conjunto del entramado social local. Con menos dificultades cada vez, ha sido y es elemento de integración por excelencia pues su dialéctica de alegría popular, trasciende diferencias de todo tipo y color, llamando a todas y todos a participar de distintas formas.

Esta realidad constatable a simple corazón, es mensaje incuestionable de nuestras raíces africanas puestas de manifiesto en la cultura del candombe y también en las pintorescas expresiones religiosas ancestrales, distribuidas en distintas ramas con tronco étnico común; la africanía, llegada forzadamente en los barcos negreros, tan propia y enraizadamente uruguaya como las vertientes aborígenes y europeas.

Paradojalmente debemos a la diáspora esclavista, esta parte tan representativa de nuestro ser común.

Los festejos son evocación y garantía de un futuro más inclusivo de la diversidad que conforma la ciudadanía. También es un privilegio tener libertad para traer a luz pública paradigmas y símbolos de la negritud y su historia dentro de la Historia.

Cada vez hay más pretextos para sacar los tambores a la calle y eso está bueno.

Cercanos a febrero, revive el eterno dilema entre la competencia y la plena participación.

Si el candombe es cultura, por definición es contrario al enfrentamiento, dicen algunos que no participan en torneos de Teatro de Verano ni hacen tablados. Es cierto. Las comunidades culturales y sus expresiones artísticas, debieran ser fomentadas desde el Estado sin necesidad de competiciones.

En torno a las actividades de los grupos que concursan actúan patrocinantes y esponsors que mueven toda una industria del espectáculo. Cuesta mucho sacar un grupo a la calle y los fondos, vengan de donde vengan, se necesitan aunque originan arbitrariedades. La creatividad y la excelencia pueden ser ayudadas por el “poderoso caballero don dinero” sin dudas. A menos que hubiese fondos previos que dieran iguales oportunidades luego de controles iniciales, cuando ya se ha observado la calidad de las noveles propuestas.

El Carnaval brinda momentos inolvidables pero también sinsabores.

Sin ir más lejos, en la prueba de admisión para participar del concurso oficial, desfilaron treinta y tres agrupaciones llamadas de negros y lubolos de las cuales clasificaron solo 18.

Se inventaron reglas para ordenar esta explosión popular y a su vez incentivar la superación, promover la afluencia de público y dar lo mejor de lo mejor a la hora de mostrar lo que somos.

Aún con inconvenientes, es positivo dar brillo a una celebración natural.

Ahora que entraremos en la vorágine carnavalera, con más razón disfrutamos distendidos y lejos de la “competidera” los homenajes del Día del Candombe, así como las clásicas Llamadas espontáneas de cada 6 de enero, pensando en el valor de participar sin disputar, promoviendo una verdadera cultura de integración que nos incluya sin distinción.



Susana Andrade

Tomado: alainet:org

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